martes, 28 de julio de 2009

ULTIMAS NOVEDADES SUPLEMENTARIAS AL INFORME WARREN
Se anuncian denuncias porque algunos sujetos de mentalidad febril y conspiratoria piensan que todo está amañado. Los rumores sobre la relación familiar de uno de los miembros de comisión con un político "adlater" de la cultura en tiempos del aznarato no han sido desmentidos. El "chief curator" y otros siete cuyos nombres yacen en la sombra han concurrido, según la noticia más que interesada de un medio de comunicación local. Todo está preparado para que las cosas discurran por donde estaba pensado. Como no se tienen suficientes colegas en otros museos del Estado Español se ha recurrido a un director, ex-galerista para más señas, de un centro cultural de una caja de ahorros, a dos miembros del comité de compras del propio MUSAC y a una que viene de perlas porque habita fuera de las fronteras patrias. La legitimadora foránea no tiene, todo hay que decirlo, ni mucho ni poco prestigio. No falta tampoco quien apunta que está bastante cercana del heredero natural del OVNI. En el caso del CGAC se han cargado las tintas contra una serie de "asesores" que habrían montado toda la operación que por cierto me parece bastante transparente y digna de elogios. En Castilla y León ignoro quien es el responsable de montar el paripé. Lo cierto es que para este viaje no hacían falta alforjas. ¿Por qué no se colocó a Rafa Doctor de presidente del comite del concurso y a Estrella de Diego también? Tampoco habría desentonado Tania Pardo, por ejemplo, que trabaja también ese lugar. Era lógico que no se convocara, por da algunos nombres, a Manuel Borja ni a Bartomeu Marí o a González Durana o a Dani Castillejo, algunos que han conseguido llegar a la dirección de Museos con concursos en el planteamiento de las llamadas "buenas prácticas". Pretenderán también en el MUSAC que ellos han procedido con idéntico criterio y con el mismo espíritu. No estoy, para nada, de acuerdo. Buscan "legitimidad". En lo que a mi respecta no la tienen de entrada. Zaya y Agustín montaron la famosa exposición de los globos sonda y fue un completo desastre. Ahora no hace falta ni lanzar el globo: todo está sondeado. Que les vaya bonito.

martes, 21 de julio de 2009



Reflexiones iridiscentes.
Fernando Sinaga. “Pantallas espectrales sobre el Ebro”.
Edificio Paraninfo. Universidad de Zaragoza.


Fernando Castro Flórez.

Fernando Sinaga ha desarrollado, desde hace tres décadas, una trayectoria artística impecable y de una intensidad enorme, recorriendo una zona (término que empleó en su retrospectiva en el DA2 de Salamanca, 2006) compleja y absolutamente ajena tanto a la dinámica espectacularizante de la cultura actual cuanto a la tendencia al literalismo anecdótico. Su talante meditativo y, sobre todo, su proceder investigador han conseguido que, a pesar de todo, fije, con enorme rigor, cartografías problemáticas pertinentes. Convencido de que su obra no puede estar circunscrita a la mera lectura “estilística” en clave post-minimalista ha transformado su actividad en una extraordinaria reflexión que le obliga a transitar por la historia de la óptica, la estética barroca, el psicoanálisis o los procesos de la filosofía contemporánea. Y, sobre todo, a no dejar que sus intervenciones caigan en el vacío crítico habitual como si finalmente todo pudiera entenderse desde una clave tecnico-formalista o, peor, ornamental. La exposición que ha planteado en la Universidad de Zaragoza es, lisa y llanamente, ejemplar; Sinaga da una lección magistral sobre el modo en el que debe explicarse y contextualizarse un proyecto público, concretamente su pieza Pantallas Espectrales sobre el Ebro que realizó el año pasado para ExpoZaragoza. El catálogo con textos excelentes de Chus Tudelilla y Fernando R. de la Flor y una cartografía de citas y referencias múltiples titulada “Neocortext” funciona como una fascinante anamorfosis del proceso escultórico.
A la orilla del Ebro, junto a un camino empedrado, ha dispuesto tres grandes estructuras de acero pintado de rojo semejantes a “puertas” en las que, sobre la parte superior, dispone vidrios dicroicos cuyo reverso es opaco. El efecto que producen es el de convertir el paisaje circundante en una suerte de holografía iridiscente. Sinaga retoma, con enorme lucidez, las cuestiones que ya planteara en otros dos proyectos públicos: Viomvo (Gijón, 2002) y Escalofrío retiniano (Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, 2000). Esas, valga el juego, especulaciones especulares adquieren una potencia radical con la envergadura de la intervención de las pantallas y, especialmente, con obras como Deuteroscopia o Le double monde realizadas recientemente.
La imagen especular, tal y como advirtiera Lacan, parece ser el umbral del mundo visible, esa identificación o mejor transformación producida en el sujeto (función del yo) cuando asume una imagen que constituye la matriz simbólica, antes de que el lenguaje le restituya en lo universal y le introduzca en situaciones sociales elaboradas. El espejo, afirmó Apuleyo, sabe capturar mejor cualquier otra cosa el movimiento de la imagen en sus breves confines: el espejo consigue, atrapando el movimiento de los objetos y personas que pasan delante suyo, plasmar en fragmentos el transcurrir de los años de la vida de un hombre y sus cambios. Pero en realidad el espejo no retiene nada, su fondo de azogue, una cuestión sobre la que ha trabajado el mismo Fernando Sinaga, rechaza toda memoria, lo único que permanece es el anhelo de quien se contempla reflejado en él. Pero la “paranoia visual” del escultor, su afán de penetrar en lo invisible, le lleva, como ha apuntado con precisión Fernando R. de la Flor, “a realizar una reivindicación explícita de la óptica como potencia ordenadora, no solo de la realidad, sino también del imaginario sobre el que interviene decisivamente Pantallas Espectrales sobre el Ebro, contribuyendo a la derrota de la ilusión referencial”.
Sinaga entrelaza, con toda razón, el estadio del espejo y el de la sombra, en el sentido de Jung, sabedor de que el momento narcisista no excluye la obsesiva dinámica deseante del otro. Si la fotografía llevaba en Alma del mundo (1991) a un progresivo alejamiento de lo referencial hasta convertirse en la sombra de lo inexplicable, en su extraordinaria serie de polaroids (1997) se producía una química del instante, eran manifestaciones de lo que nos resta. La catóptrica fantasmática en la que está actualmente embarcado también aproxima lo escultórico con la dimensión melancólica de la fotografía y, además, consigue que un lugar tenga la cualidad de cámara lúcida de la naturaleza y, por supuesto, de los paseantes. No es el momento de la desaparición de los velos o de la teatral subida del telón sino el de la aceptación de la pantalla. Hay que intentar atravesar la fantasía, sabiendo que el sentido probablemente no sea más que un efecto de superficie, un espejismo, una espuma. Frente a los pabellones y los puentes, en el margen opuesto de la folie y la pirotecnia, Sinaga transforma el reflejo de las ramas de los árboles una espectralidad cromáticamente lujosa. Acaso estemos asistiendo a un fenómeno de magia parastática, al mismo tiempo que activamos el neocórtex en un prodigioso lugar para la reflexión.

domingo, 19 de julio de 2009


Ordenando y, por supuesto, desordenando mi biblioteca he encontrado las notas manuscritas de un texto breve que escribí, a la carrera, hace cuatro años, concretamente el día de la apertura de ARCO. Me llamaron de la sección de Cultura de ABC para pedirme que diera mi opinión sobre el asunto Barceló que en ese momento era la rumorología de que estaban tramando una muestra suya en el Prado. Tenía cuadros espantosos en un stand de la feria y, con bastante rabía, en unas hojas pequeñísimas puse lo que primeramente se me vino a la cabeza. Tardaría apenas cinco o diez minutos en desahogarme. Dicté el texto y casi a media noche me llamaron desde la redacción para decirme que era algo muy "bestia". No sabían si podrían sacarlo. Finalmente se quedó en el purgatorio o, para ser más preciso, en el infierno más oscuro. Pero ahora que reaparece en medio de tanta cosa antigua prefiero pasarlo al ordenador y hacer que alguien más, si quiere, pueda leerlo. Creo que tiene tanta vigencia entonces como ahora. Porque Barceló sigue hasta en la sopa.
Barceló: el “clásico” insoportable.

Fernando Castro Flórez.

Es indignante. Peor: es lo último. Ahora ya puedo morirme tranquilo. Alfombra roja, confetis, champán: el acontecimiento del siglo. A la basura con las consignas de los soviets. Todo el poder para Barceló. Si hay que petar el museo, cualquier cosa cara es válida. Abran puertas del Prado de par en par que tiene que entrar, gordo como un tonel, el gran impostor de la pintura contemporánea española. Ni Miró, ni Picasso, ni Dalí. Tàpies está, valga la terminología militar, desaparecido en combate. Que tiemblen Velázquez, Goya y El Bosco. El pintorcete de las paellitas, las librerías del analfabeto, el gotelex marino y la blandenguería dibujística nos va a enseñar a vivir. No puede soportarse tanta “papanatería”. La cosa ha sido clarísima: había que fabricar, a estas alturas, un pintor mítico, heroico, romanticoide. No faltaron críticos casposos y poetas de tres al cuarto para cantar las excelencias de tamaño (aunque sea más bien canijo) impresentable.
En cualquier caso la culpa no es solo suya (sus esfuerzos no han sido necesariamente los de convertirse en un pintor “inflado”), aunque sea, no cabe duda, el que perpetra impunemente unos cuadros bodriosos. Los nefastos son los que se cuadran a su paso, los que lloran de emoción, los que impostan la voz, vale decir, lo que están con Barceló que no cagan. El último acto será, como es lógico, demencial. Lo dicho: que abran el portón de la eternidad a Barceló y, por favor, que no vuelva a salir de ahí.
En picado barrena podrá ya exponer cerca de Patinar el último apadrinado de la cueri-curatorial-apolillada. Si los historiadores protestan, peor para ellos. Toda sea por las colas (dicho sin morbo erótico). Lo importante es, insisto, que los suplementos del fin de semana den el aviso con platillos y trombones y ya comenzarán todos a saltar alborozados. Barceló, engreído, místico, dantesco y osado explorador del Mali legendario, nos orientará en medio del desierto y de la penuria del presente.
Hemos entrado en tal confusión que ya no tienen importancias las lamentaciones epocales. Todo está, en plena estética banal, legitimado. La puerta que se abre, sin venir a cuento, para Barceló es la del sinsentido. Por fin será posible ver, en el Reina Sofía, a Rubens o unas hachas de silex o un traje de lagarterana. Barceló está, literalmente, hasta en la sopa y ahora parece que algunos han decidido que hay que canonizarle como un “clásico”. La estrategia mezcla, como es habitual por estos pagos, torpeza, irreflexividad y prepotencia.